Entendemos que la ética se basa en los valores, pues sencillamente, es el estudio de ellos. Los valores se consolidan y recorren su ciclo transformador con el estudio ético. Es claro que la ética y los valores se abrazan en un dinamismo interdependiente. Por otra parte, todo el esfuerzo analítico de los valores puede quedar como en letra muerta si no hace una conexión emocional volitiva que induzca una praxis relacional cotidiana. Este ejercicio implica el llevar los valores de la teoría a la práctica; sacando a la persona de la subjetividad en la que generalmente se posiciona como individuo hacia un camino amplio de aprestamiento social. En este ejercicio, es indispensable que la empatía se active como una virtud que debe encausarse a dar frutos de alteridad.
Para hablar de alteridad en la actualidad, la ética debe abordar el análisis de una idea que ha venido tomando fuerza en torno a la realidad misma del hombre; una idea que intenta colocar a la sociedad dentro de lo que sería algo así como un cubículo virtualizado cuyo funcionamiento se parece al metaverso, manteniéndola en campos ideológicos de reduccionismos. Es una idea que se presenta como benéfica de la objetividad pero que puede impedir el ejercicio de la virtud empática. Decir que “la realidad es una construcción social” es en verdad una idea que rompe con los conceptos tradicionales de la objetividad en la que ha navegado la ética. Aunque puede ser entendible desde cierto punto de vista; máxime si se habla de la percepción del clima relacional, realmente puede tornarse ambivalente en otros espectros del ámbito social y, mucho más, en los mecanismos que ensamblan las otras dimensiones humanas. Al carecer de certezas, los elementos que pudieran componer lo verídico se difuminan en las múltiples formas de asimilarlos. De este modo, en función de preferencia, cada quien elabora su propia “verdad” y termina negándose a la empatía y la alteridad.
Las ideas que hablan de la “realidad como construcción social” o la “autopercepción de la realidad” están traspasando los linderos que salvaguardan la integridad personal, en la que confluye la armonía emocional y el libre desarrollo de la personalidad, pues, estas tendencias de pensamiento han incursionado en los conceptos de la realidad material, algo que en la discusión ética toca las alarmas en algunos pensadores que ya insinúan que las ciencias sociales (Psicología social) se extralimitan al invadir el dominio de las ciencias naturales en controversia con la lógica de las leyes biofísicas. Es chocante, además, saber que las ideologías nefastas se difunden hoy en día mediante redes sociales sin que se sustenten y verifiquen sus fundamentos científicos, esto comporta una falta ética que deja en evidencia su peligrosidad.
A diferencia de la ética formal kantiana, que se remite a principios universales o abstractos para ordenar la conducta humana, hay otra ética (material) que se fundamenta en la necesidad inapelable de responder del otro en su situación concreta de vulnerabilidad y necesidad. Es la autoridad del rostro del “huérfano y de la viuda” la que me ordena responder, aquí y ahora, de su situación concreta de necesidad. El imperativo ético no surge, como en Kant, de una obligación moral anclada en la conciencia de un principio universal; surge ante la vulnerabilidad de cada hombre concreto, frágil y menesteroso por naturaleza. Hablamos de la ética de la compasión...(Fuente: Olivia Navarro, El rostro del otro, 2007)