"Creyente en Dios, no fanático; educador"

Séptimo  2024

 
                        

 

GRADO  SEPTIMO

AÑO ESCOLAR 2024

 

LOGRO:   

Comprender que, en base al pensamiento religioso cristiano, la familia es una institución sagrada, y como tal; quienes la conforman, han de velar por la santidad de sus vínculos. Respetando la manera como, según el parentesco, ha de relacionarse cada cual con sus semejantes, de acuerdo al marco moral de los textos bíblicos, y otros códigos pertinentes que regulan a las sociedades modernas.

 

Tema de la unidad:  

Reflexiones acerca del hogar, basadas en la historia sagrada.

 

Slogan de la Unidad:

La familia, analizando su desarrollo histórico.

 

Subtemas  de la unidad:  

1. El primer hogar.

2. Hogares irreverentes.

3. Los fundamentos del hogar.

4. La religión después de la torre de Babel.

 

Talleres a realizar en la unidad:  

N° 71-1:    Religiones del mundo a partir de la torre de babel.

N° 71-2:    Comparación de códigos morales, en diferentes periodos históricos y contextos culturales.

 

Competencias a desarrollar en la unidad:

  • Cognitiva (Interpretativa), Relacionar conceptos  religiosos con problemas históricos y diferenciar  dos o más ámbitos culturales de pensamiento religioso.

Competencia cognitiva específica: Profundizar significativamente  en el tema del desarrollo histórico de la familia, y las primeras genealogías; para comprender como las costumbres  se pasan de una generación a otra incidiendo en la formación moral de los pueblos.

  • Argumentativa (Comunicativa), Manejo de conceptos y jerarquización de ellos en la construcción de los distintos argumentos y en la diferenciación de los argumentos teológicos, filosóficos  y científicos.

Competencia argumentativa específica: Explica con claridad que la familia, como grupo social íntimo, ha de ser un ente moral que fundamente los principios para una vida digna;  y una salvaguardia contra los fenómenos inmorales que surjan dentro de la sociedad, o la cultura.  

  • Socio-afectiva: (Propositiva), Establece consecuencias con respecto a decisiones y acciones religiosas de los sujetos o las instituciones y su influencia en el futuro.

Competencia propositiva específica: Comparte criterios propios de su experiencia familiar tendientes a demostrar la importancia de que en el hogar se tengan momentos de instrucción y devoción religiosa.

 

 

UNIDAD 1

Reflexiones Basadas en la Historia Sagrada

 

¿Cuál fue el origen de la Familia?

 

 

Debes saber que el hombre moderno, influenciado por las filosofías humanas, ha terminado por aceptar la idea de la evolución. Y esto lo ha llevado a creer que la familia tuvo un origen cavernícola y de pobres modales. Aceptar estas ideas es rechazar el mensaje de Dios, y rebajar nuestro divino origen. Lo que conllevaría a revaluar nuestra dignidad y nuestro destino final. 

Si la familia humana, desde el mismo comienzo no tuvo una responsabilidad moral, si no meramente de supervivencia, entonces debiéramos aceptar también que no existe el pecado, y que el hombre moderno puede vivir como mejor le convenga realizando todo tipo prácticas en pro de su evolución. ¿Y cuál sería su destino final? No lo sabríamos.  Viviríamos sin esperanza.

A.                      El Primer Hogar.

Pero a diferencia de estas ideas que tratan de ignorar a Dios, sabes que en verdad él existe, y que fue él quien creó todas las cosas. Él es el origen del hogar, de la vida en familia, el santificó el primer hogar con su presencia y unió en santo matrimonio a Adán y Eva para hacerlos partícipes de la procreación, por lo tanto ellos no tuvieron niñez; fueron creados adultos, es  decir, que desde el primer día de vida, recibieron  todas las capacidades inherentes a la vida y las responsabilidades de los adultos. Aprender, analizar, trabajar, amar, educar y cuidar.

El libro de Génesis  en su primer capítulo cuenta la historia de la creación y dice claramente que Dios formó todas las cosas. El primer ser humano fue diseñado por él, y dándole vida el sexto día de la creación inició su historia.

La mujer fue creada de una costilla de Adán, y Dios los unió con el sagrado vínculo del matrimonio. Les dio la tierra para vivir y cuidar de ella. Les dijo: “multiplicaos”. Con esta frase Dios creó el único status en el cual los seres humanos pueden tener sexo con dignidad. El hogar es digno de tener hijos.

Al comienzo mismo de  la historia humana la primera pareja cayó en el pecado de desobedecer a Dios. Muchas personas creen que este pecado tuvo que ver con el sexo, pero la Biblia desmiente este caso, pues Adán y Eva fue una pareja que recibió la bendición de Dios en el jardín del Edén.

Sus páginas cuentan que el pecado les sobrevino al transgredir una orden de Dios, quien les había prohibido comer de un árbol que estaba plantado en el centro del huerto.

El pecado causó una separación entre Dios y sus criaturas, pues el Creador, cuyo carácter no tiene ni un solo vestigio de maldad, no puede permitir la existencia de la malignidad en su universo para siempre. El hombre debía morir, a menos que alguien hiciera algo para tomar la culpabilidad que recaía sobre él, y para fortalecerlo a fin de que resistiera las tentaciones que el enemigo del bien le presentara.  Para salvar la especie humana se hizo necesario el plan de la RELIGION, es decir un plan que salvara al hombre de la culpabilidad del pecado, que lo volviera a LIGAR con Dios, y lo llevara  de nuevo, mediante una relación estrecha con su Padre, a un estado de santidad, y de armonía con las leyes morales de la vida celeste.

El pecado de la primera pareja, trajo la maldición sobre el planeta entero. Pues los seres humanos serían influenciados por el diablo a tener deseos perniciosos que atentarían  contra su prójimo y contra la naturaleza misma.

No obstante, Adán y Eva manifestaron un profundo arrepentimiento por haber desobedecido a Dios. Este arrepentimiento hizo posible el plan de la RELIGION, y dedicaron su vida a la crianza de sus hijos bajo las pautas del buen vivir.  Glorificando de este modo a Dios, a la espera del nacimiento del Mesías prometido para su redención, a fin de que Dios remediara para siempre su situación pecaminosa.

¿En que consistía este plan religioso?

La religión que Dios puso en marcha consistía, básicamente, en una educación moral. En una formación del carácter que hiciera posible la comprensión de los funestos resultados de la malignidad. En otras palabras, el hombre debía comprender que un carácter que se goza en la maldad es sinónimo de muerte. Porque la malignidad y la vida son incompatibles.  

¿Entonces, Qué es la Religión?

La religión es el método que Dios diseñó para que la humanidad experimentara las consecuencias del pecado, y de este modo comprendiera que sólo el bien es compatible con la vida.

Para tal objetivo se hacía necesario instalar el ritual de la muerte. Esto sensibilizaría al ser humano. Contemplar la muerte mediante sacrificios de animales, le sería de utilidad para demostrar que la malignidad conlleva a la muerte.  

Dios, explicó a Adán y a Eva que ellos ya eran culpables, y merecían la muerte, pero Dios mismo se ofreció para sufrir esa penalidad. Les explicó que él se haría hombre, nacería de una mujer, y como hombre moriría en su lugar. Si ellos y sus hijos demostraban en su buen vivir la comprensión de este asunto, podrían contemplar la penalidad del pecado en los animales, y el único ser humano que moriría sería el salvador.   Por eso sus hijos fueron educados para el honor del Señor,  con la esperanza puesta en que uno de ellos fuera el Salvador prometido. Adán y Eva, a sus niños les enseñaron los principios aprendidos del gran Maestro, y consagrándose como familia cada mañana y cada tarde, reforzaban la confianza de sus hijos en el Dios bueno que había creado el universo. Les relataron historias asombrosas de sus primeros tiempos cuando habitaban el huerto del Edén. La maravillosa historia de la creación y la relación sana y feliz al lado de los ángeles de Dios. Contaron la triste historia del engaño satánico y su fracaso al tomar la decisión de dudar de Dios y seguir las indicaciones del diablo. Les enseñaron a alabar a Dios con cantos, y a realizar el ritual de los sacrificios  para que contemplaran lo que Dios mismo sufriría por su pecado. Mirando como moría la inocente victima podían verse a ellos mismo morir, y eran sensibilizados para comprender el gran amor que Dios tiene por la raza humana. Sus hijos se llenaron de afecto por el Creador, y con fe en él, ofrecían estos sacrificios inundados de una mezcla de sentimientos: de esperanza, de agradecimiento y de arrepentimiento. La piel del animal les servía de abrigo, y de este modo, cada día recordaban que Dios era su protector contra las asechanzas del maligno. 

El Ritual

Cada miembro de la familia debía tomar un cuchillo y con su propia mano debía degollar el cordero. La impresionante escena de ver morir el animal a causa de las heridas, y ver la sangre correr entre su pelaje hacía que el ser humano, sensible por naturaleza, comprendiera lo terriblemente ofensivo que es el pecado, y se diera cuenta del amor  tan grande que le tiene Dios, pues esta dispuesto a darse él mismo en sacrificio por la humanidad.

Los años fueron pasando, y estos hijos crecían. Se casaban entre hermanos para poblar la tierra, y vivían todos juntos como una sola familia. La ardua labor de cultivar la tierra les proporcionaba lecciones valiosas, pero a la vez  les disciplinaba y les enseñaba que no todo se consigue fácilmente. Su relación con Dios era lo primordial. 

A.               Hogares Irreverentes

La religión del primer hogar continuó experimentándose por muchos siglos entre los descendientes de Adán. Pero no todos los hogares permitieron la divina influencia  de esta religión. Sabes ya que Caín se rebeló contra Dios, y no quiso ofrecer el sacrificio de  sangre que Dios pedía, sino que dijo en su corazón: “haré lo que yo quiera, y me relacionaré con Dios a mi modo”. Así formó a su familia de manera irreverente, sus hijos desconocieron el plan de salvación y se dedicaron a vivir de una manera profana que ofendía a Dios.

Sin duda que Caín no aprendió esta manera de vivir en su casa paterna. Allí fue instruido por al gran padre de la humanidad, pero él decidió rebelarse y tomar su propio camino, el resultado fue nefasto para toda la humanidad, pues el Salvador prometido no pudo ser enviado en los primeros siglos, y la maldad llenó el planeta a tal punto que terminó en la destrucción del mundo por el diluvio.  Lo mismo hizo Canaán, el nieto de Noé. Cuando había una esperanza de repoblar la tierra con una familia que comprendía el amor y los planes de Dios, este hombre decidió, al igual que Caín, vivir a su antojo, y sus descendientes desafiaron a Dios, con la construcción de la torre de Babel.

¿Pero cómo es la vida familiar que honra a Dios?

El vínculo de la familia es el más estrecho, el más tierno y sagrado de la tierra. Estaba destinado a ser una bendición para la humanidad. Tanto los cainitas como los cananeos no consideraron el matrimonio como una institución sagrada, sino que se pervirtieron juntándose en unión libre, y de manera machista tomaban varias mujeres para complacer sus voraces deseos sexuales.  Lo que Dios pide es que  haya un pacto entre dos personas que se aman, pues la vida hogareña debe ser una bendición para la pareja y para los hijos que engendren, y lo es siempre que el pacto matrimonial sea sellado con inteligencia, en el temor de Dios, y con la debida consideración de sus responsabilidades.

Todo hogar debiera ser un lugar donde reine el amor, donde moren los ángeles de Dios, y donde ejerzan una influencia suavizadora y subyugadora sobre los corazones de los padres y de los hijos. Debemos hacer de nuestros hogares un jardín, y de nuestros corazones un sagrario. Dondequiera que el amor de Dios sea apreciado en el alma, habrá paz, luz y gozo. El hogar es un lugar donde los padres presentan a sus hijos las instrucciones de Dios. Presentad la Palabra de Dios a vuestras familias con amor, y preguntad: "¿Qué ha dicho Dios?"

El hogar hermoseado por el amor, la simpatía y la ternura es un lugar que los ángeles visitan con agrado, y donde se glorifica a Dios. La influencia de un hogar cristiano cuidadosamente custodiado en los años de la infancia y la juventud, es la salvaguardia más segura contra las corrupciones del mundo. En la atmósfera de un hogar tal, los niños aprenderán a amar a sus padres terrenales y a su Padre celestial.

La santidad para con Dios debe compenetrar el hogar.... Los padres y los hijos deben educarse para cooperar con Dios. Deben poner sus hábitos sus prácticas en armonía con los planes de Dios.

Las relaciones familiares deben ejercer una influencia santificadora. Los hogares cristianos, establecidos y dirigidos de acuerdo con el plan de Dios, contribuyen en forma admirable a la formación de un carácter benigno.... Los padres y los hijos deben ofrecer juntos un servicio amante al Único que puede mantener puro y noble el amor humano.

 

B.               Los Fundamentos del Hogar

El lugar más atractivo del mundo.-

Aunque incumben a los padres responsabilidades pesadas con respecto a velar cuidadosamente por la felicidad y los intereses futuros de sus hijos, también les incumbe el deber de hacer el hogar tan atractivo como sea posible. Esto tiene consecuencias mucho mayores que la adquisición de bienes y de dinero. El hogar no debe carecer de alegría. El sentimiento familiar debe conservarse vivo en el corazón de los hijos, para que puedan recordar el hogar de su infancia como lugar de paz y felicidad muy próximo al cielo. En tal caso, cuando lleguen a la madurez procurarán a su vez ser un consuelo y una bendición para sus padres.

El hogar debe ser para los niños el sitio más agradable del mundo, y la presencia de la madre en él debe ser su mayor atractivo. Los niños son por naturaleza sensibles y amantes. Es fácil contentarlos o hacerlos infelices. Por medio de suave disciplina, palabras y actos cariñosos, las madres pueden conquistar el corazón de sus hijos.

Limpieza, aseo, orden.-

La limpieza, el aseo y el orden son indispensables para la administración apropiada de la familia. Pero cuando la madre considera esas virtudes como deberes de la máxima importancia en su vida y para consagrarse a ellos descuida el desarrollo físico, mental y moral de sus hijos, comete un triste error.

Debe enseñarse a los creyentes que a pesar de ser pobres no necesitan ser desaseados en su persona o en su hogar.  Debe ayudarse al respecto a los que no parecen comprender el significado ni la importancia de la limpieza. Se les debe enseñar que quienes han de representar al Dios santo y alto deben mantener sus almas puras y limpias, y que esa pureza debe abarcar su vestuario y todo lo que hay en la casa, de modo que los ángeles ministradores tengan evidencia de que la verdad obró un cambio en la vida, purificó el alma y refinó los gustos.

Los miembros del hogar que, después de recibir la verdad, no realizan cambio alguno en su manera de hablar, conducirse y vestirse, así como en su ambiente, viven para sí y no para Dios. Viven según su propia voluntad rebelándose contra las leyes de Dios.

La Presentación Personal.-

Aunque debemos precavernos contra la ostentación y los adornos innecesarios, en ningún caso debemos ser descuidados e indiferentes con respecto a la apariencia exterior. Cuanto se refiere a nuestra persona y nuestro hogar debe ser aseado y atractivo. Se debe enseñar a los jóvenes cuán importante es presentar una apariencia irreprochable, que honre a Dios y la verdad.

Nunca una persona que comprende los planes de la salvación se coloca en riesgo de afrentar a su Señor con su aspecto físico, o mental. Consumir licor, drogas o cualquier sustancia que altera el sano juicio, nos coloca en el terreno del enemigo y defraudamos a nuestro Dios. Toda costumbre impía, practicada por los hogares irreverentes del pasado debe ser evitada.

Asombra notar la ignorancia que prevalece con respecto a los efectos de la negligencia y la temeridad sobre la salud. Muchos creen que porque sus ancestros han tenido estas tradiciones inmorales, deben seguir su ejemplo, quieren honrar la memoria de sus amados, a expensas de la honra de Dios, y de su salvación.  

Un hogar feliz requiere orden.-

Desagrada a Dios ver en cualquier persona desorden, negligencia y falta de esmero. Estas deficiencias son males graves y tienden a privar a la esposa de los afectos del esposo cuando éste aprecia el orden y el tener hijos bien disciplinados y una casa bien regenteada. Una esposa y madre no puede hacer feliz y agradable su hogar a menos que se deleite en el orden, conserve su dignidad y ejerza un buen gobierno. Por lo tanto, toda mujer deficiente en estas cosas debe comenzar en seguida a educarse al respecto y cultivar precisamente las cualidades de las cuales más carezca.

Deben fusionarse la vigilancia y la diligencia.-

Se deben ver los deberes sencillos de la vida familiar de acuerdo con su verdadera importancia, y los debemos cumplir como Dios quiere que lo hagamos.

Debemos tener devoción,  pero también debemos ser diligentes. Debemos creer que Dios desea vivir con nosotros por siempre. Pero ser religiosos no impide que seamos diligentes en las sencillas labores diarias. No debemos creer que nos toca descuidar todo lo demás y entregarnos a la meditación, el estudio o a la oración, ni tampoco debemos rebosar apresuramiento y actividad, con descuido de la piedad personal. Los miembros del hogar deben ser equilibrados.

Medios de ahorrar trabajo.-

En muchos hogares la esposa y madre no tiene tiempo para leer a fin de mantenerse bien informada, ni tiene tiempo para ser la compañera de su esposo, ni para seguir de cerca el desarrollo intelectual de sus hijos. No hay tiempo ni lugar para que el querido Salvador sea su compañero íntimo. Poco a poco ella se convierte en una simple esclava de la casa, cuyas fuerzas, tiempo e interés son absorbidos por las cosas que perecen con el uso. Muy tarde despierta para hallarse casi extraña en su propia casa. Las oportunidades que una vez tuvo para influir en sus amados y elevarlos a una vida superior pasaron y no volverán jamás.

Resuelvan los fundadores del hogar que vivirán conforme a un plan más sabio. Sea su fin primordial hacer agradable el  hogar. Asegúrense los medios para aligerar el trabajo, favorecer la salud y proveer comodidad.

Aun las tareas más humildes son obra de Dios.-

Cuando los hijos son muy pequeños, en edad en la que no pueden llevar responsabilidades, ambos padres deben ayudarse con las tareas que demanda la casa. Pero a medida que los niños crecen, pueden hacer las labores más sencillas.

De este modo se educan para servir a sus semejantes y a vivir de manera bondadosa. Esta es la manera como nos capacitamos para vivir benignamente y por la eternidad. Todo el trabajo necesario que hagamos, sea lavar los platos, poner la mesa, atender a los enfermos, cocinar o lavar, es de importancia moral.

Las tareas humildes que se nos presentan deben ser hechas por alguien; y los que las cumplen deben sentir que están haciendo un trabajo necesario y honorable, y que al cumplir su misión, por humilde que sea, realizan la obra de Dios tan ciertamente como Gabriel cuando era enviado a los profetas. 

Todos trabajan en su orden y en sus respectivas esferas. La mujer en su hogar, al desempeñar los sencillos deberes de la vida que deben ser realizados, puede y debe manifestar fidelidad, obediencia y amor tan sinceros como los que manifiestan los ángeles en su esfera. La conformidad con la voluntad de Dios hace que sea honorable cualquier trabajo que debe ser hecho.

El Creador sabía que el ser humano no podía ser feliz sin ocupación. La belleza del mundo le deleitaba, pero esto no bastaba. Debía tener trabajo que diera ejercicio a los admirables órganos de su cuerpo. Si la dicha hubiese consistido en estarse sin hacer nada, el hombre, en su estado de inocencia, habría sido dejado sin ocupación. Pero el que creó al hombre sabía qué le convenía para ser feliz; y tan pronto como lo creó le asignó su trabajo. La promesa de la gloria futura y el decreto de que el hombre debe trabajar para obtener su pan cotidiano provinieron del mismo trono.

Los padres y las madres que ponen a Dios en primer lugar en su familia, que enseñan a sus hijos que el temor del Señor es el principio de la sabiduría, glorifican a Dios delante de los ángeles y delante de los hombres, presentando al mundo una familia bien ordenada y disciplinada, una familia que ama y obedece a Dios, en lugar de rebelarse contra él. Cristo no es un extraño en sus hogares; su nombre es un nombre familiar, venerado y glorificado. Los ángeles se deleitan en un hogar donde Dios reina supremo, y donde se enseña a los hijos a reverenciar la religión, la Biblia y al Creador. Las familias tales pueden aferrarse a la promesa: "Yo honraré a los que me honran." Y cuando de un hogar tal sale el padre a cumplir sus deberes diarios, lo hace con un espíritu enternecido y subyugado por la conversación con Dios.

Así fue la vida de los hogares patriarcales que  descendieron de los sethitas; y después del diluvio, de los semitas. Los caracterizó un fiel cumplimiento del deber. Con su ejemplar vida, que demostraba con hechos sus palabras, dieron amonestaciones a quienes no querían reverenciar a Dios, y los condenaron.

A.               La Religión después de la Torre de Babel.

Sabes ya que una vez divididos los hombres a causa de los diferentes idiomas que Dios creó, se formaron las primeras naciones. Es decir que cada grupo de familias que pudieron entenderse, ya sea porque hablaban el mismo idioma, o porque, a pesar de la barrera que éste representaba, tenían un vínculo más profundo de tipo familiar, u otro, buscó su territorio donde establecerse para desarrollar sus actividades, tanto económicas como festivas. Cada civilización, por decirlo de algún modo, desarrolló su pensamiento cívico y religioso.

Recordarás que los primeros pisos de la torre de Babel, habían sido hermosamente decorados para ser morada de los ricos, o para los ídolos que adoraban. Pues bien, estos hombres poderosos y sus dioses imaginarios no desaparecieron. Sus creencias los acompañaron doquiera fueron. Por esa razón encontrarás en libros históricos referencia a las deidades Egipcias, babilónicas, persas, Asirias, griegas, romanas, entre otras.

Debes saber que a partir de los idiomas originados en la torre de Babel, se formaron muchos otros. El hombre mismo buscó la manera de entenderse con sus semejantes, y hubo mezclas que dieron origen a nuevos dialectos, y de igual modo ocurrió con las ideas religiosas.

La fascinación de los cultos que se le rendían a los seres mitológicos, no tardó en causar gran influencia en el pensamiento humano. A tal punto que aún los descendientes de las familias semitas, aceptaban y se permitían realizar algún tipo de homenaje a las míticas representaciones paganas, como lo hace hoy el mundo cristiano con Santa Claus, o con los espíritus inexistentes en Halloween, por ejemplo.

La religión practicada por las familias ancestrales semitas corría peligro de desaparecer, y con ella, las gloriosas verdades que fundamentaban la existencia del plan de salvación.

A.               El linaje Semita Cambiaría de Nombre

Aunque para ese entonces las últimas familias semitas no tenían  una alta devoción a Dios, aún se conservaba el conocimiento trasmitido de generación en generación. La práctica del sacrificio que sensibilizaba al ser humano de su condición vulnerable a vivir inmoralmente,  y que le recordaba su estado de permanente necesidad de un salvador aún se realizaba entre ellos. Pero la gran mayoría, no sentían que su deber era la consagración de su vida Dios para brindar un punto de referencia de la salvación al mundo envilecido. Entre tanto, unos pocos estaban convencidos de su responsabilidad, pero les faltaba la convicción de que Dios los usaría como  había usado a  Noé 500 años antes. Entre estos pocos fieles adoradores, se encontraba un tímido hombre llamado Abram, hijo de taré.

El  Llamado a Abram (Abrahán)

Los designios de Dios, en los primeros siglos de la historia humana se trasmitieron de generación en generación, no siempre un padre encontraba en su hijo un agente consagrado totalmente a Dios, pero en su larga vida encontraba un nieto o un bisnieto, inclusive un tataranieto que tenía las condiciones necesarias para recibir todo el conocimiento necesario para perpetuar la verdad divina.

En la cadena de entrega de este conocimiento, el más importante del planeta, fue así la influencia mayor: Adán vivió hasta que Matusalén llegó a los 243 años de edad. Matusalén vivió hasta que Sem, hijo de Noé, llegó a los 98 años. Sem vivió 150 años después del nacimiento de Abrahán, y 50 años después del nacimiento de Isaac. Abrahán vivió hasta que Jacob y Esaú tenían 15 años, e Isaac vivió hasta que ellos alcanzaron los 120 años. Así vemos cuán directamente los conocimientos que Dios había enseñado a Adán pudieron comunicarse a sus descendientes. Adán los transmitió a Matusalén, éste se los comunicó a Sem, Sem a Abrahán     y a Isaac, y estos patriarcas se los comunicaron a Jacob, padre de las tribus de Israel.

Dios ha conservado siempre un remanente para que le sirva. Adán, Set, Enoc, Matusalén, Noé, Sem, en línea ininterrumpida, transmitieron de generación en generación las preciosas revelaciones de su voluntad. El hijo de Taré se convirtió en el heredero de este santo cometido. Por doquiera le invitaba la idolatría, pero en vano. Fiel entre los fieles, incorrupto en medio de la prevaleciente apostasía, se mantuvo firme en la adoración del único Dios verdadero. Y Dios comunicó su voluntad a Abrahán, y le dio un conocimiento claro de los requerimientos de su ley, y de la salvación que alcanzaría mediante Cristo.

A Abrahán se le dio la promesa, muy apreciada por la gente de aquel entonces, de que tendría numerosa posteridad y grandeza nacional:

 

"Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré,  y engrandeceré tu nombre, y serás bendición." (Gén. 12: 2.)

Además, el heredero de la fe recibió la promesa que para él era la más preciosa de todas, a saber que de su  linaje descendería el Redentor del mundo:

"Y serán benditas en ti todas las familias de la tierra." (Vers. 3)

Sin embargo, como condición primordial para su cumplimiento, su fe iba a ser probada; se le exigiría un sacrificio.

El mensaje de Dios a Abrahán era: "Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré." (Vers. 1.)

A fin de que Dios pudiese capacitarlo para su gran obra como depositario de los sagrados oráculos, Abrahán debía separarse de los compañeros de su niñez. La influencia de sus parientes y amigos impediría la educación que el Señor intentaba dar a su siervo. Ahora que Abrahán estaba, en forma especial, unido con el cielo, debía morar entre extraños. Su carácter debía ser peculiar, diferente del de todo el mundo. Ni siquiera podía explicar su manera de obrar para que la entendiesen sus amigos, y sus motivos y acciones no eran comprendidos por sus parientes idólatras.

Confiando en la divina promesa, sin la menor seguridad externa de su cumplimiento, abandonó su hogar, sus parientes, y su tierra nativa; y salió, sin saber adónde iba, fiel a la dirección divina.

No fue una prueba ligera la que soportó Abrahán, ni tampoco era pequeño el sacrificio que se requirió de él. Había fuertes vínculos que le ataban a su tierra, a sus parientes y a su hogar. Pero no vaciló en obedecer al llamamiento. Nada preguntó en cuanto a la tierra prometida. No averiguó si era feraz y de clima saludable, si los campos ofrecían paisajes agradables, o sí habría oportunidad para acumular riquezas. Dios había hablado, y su siervo debía obedecer; el lugar más feliz de la tierra para él era dónde Dios quería que estuviese.

El llamamiento del cielo le llegó a Abrahán por primera vez mientras vivía en "Ur de los Caldeos" (Gén. 11:31) y, obediente, se trasladó a Harán. Hasta allí lo acompañó la familia de su padre, pues aunque conocían del Dios verdadero, mezclaban la adoración a dioses falsos. Allí permaneció Abrahán hasta la muerte de Taré. Pero después de la muerte de su padre la voz divina le ordenó proseguir su peregrinación. Su hermano Nacor, con toda su familia, se quedó en Harán con sus ídolos. Además de Sara, la esposa de Abrahán, sólo Lot, cuyo padre Harán había fallecido hacía mucho tiempo, escogió peregrinar con el patriarca. Abrahán ya poseía gran cantidad de ganado vacuno y lanar, que eran las riquezas del Oriente, e iba acompañado de un gran número de criados y personas dependientes de él. Se alejaba de la tierra de sus padres para nunca más volver, y llevó todo lo que poseía (Gén. 12:5.) Entre los que le acompañaban muchos eran guiados por motivos más altos que el interés propio. Mientras estuvieron en Harán, Abrahán y Sara los habían inducido a adorar y servir al Dios verdadero. Estos se agregaron a la familia del patriarca, y le acompañaron a la tierra prometida.

REFLEXION

Muchos continúan siendo probados como lo fue Abrahán. Son llamados mediante las enseñanzas de su Palabra y los acontecimientos de su providencia. Se les puede pedir que abandonen una carrera que promete riquezas y honores, que dejen afables y provechosas amistades, y que se separen de sus parientes, para entrar en lo que parezca ser sólo un sendero de abnegación, trabajos y sacrificios. Dios tiene una obra para ellos; pero una vida fácil; y la influencia, de las amistades y los parientes, impediría el desarrollo de los rasgos esenciales para su realización. Los llama para que se aparten de las influencias y los auxilios humanos, y les hace sentir la necesidad de su ayuda, y de depender sólo de Dios, para que él mismo pueda mostrarse a ellos.

¿Quién está listo para renunciar a los planes que ha abrigado y a las relaciones familiares en cuanto le llame la Providencia? ¿Quién aceptará nuevas obligaciones y entrará en campos inexplorados para hacer la obra de Dios con buena voluntad y firmeza y contar sus pérdidas como ganancia por amor a Cristo? El que haga esto tiene la fe de Abrahán, y compartirá con él el "sobremanera alto y eterno peso de gloria," con el cual no se puede comparar "lo que en este tiempo se padece." (2 Cor. 4:17; Rom. 8:18.)

EL ROL DE LA FAMILIA

La sociedad se compone de familias, y será lo que la hagan las cabezas de familia. Del corazón "mana la vida;" y el hogar es el corazón de la sociedad, de la iglesia y de la nación.

La elevación o la decadencia futura de la sociedad será determinada por los modales y la moralidad de la juventud que se va criando en derredor nuestro. Según se hayan educado los jóvenes y en la medida en que su carácter fue amoldado en la infancia por hábitos virtuosos, de dominio propio y temperancia, será su influencia sobre la sociedad. Si se los deja sin instrucción ni control, y como resultado llegan a ser tercos, intemperantes en sus apetitos y pasiones, así será su influencia futura en lo que se refiere a amoldar la sociedad. Las compañías que frecuenten los jóvenes ahora, los hábitos que adquieran y los principios que adopten indican cuál será el estado de la sociedad durante los años venideros.

El hogar debe ser hecho todo lo que la palabra implica. Debe ser un pequeño cielo en la tierra, un lugar donde los afectos son cultivados en vez de ser estudiosamente reprimidos. Nuestra felicidad depende de que se cultive así el amor, la simpatía y la verdadera cortesía mutua.

El símbolo más dulce del cielo es un hogar presidido por el espíritu del Señor. Si se cumple la voluntad de Dios, los esposos se respetarán mutuamente y cultivarán el amor y la confianza.

Los padres crean en extenso grado la atmósfera que reina en el círculo del hogar, Impregnad la atmósfera de vuestro hogar con la fragancia de un espíritu tierno y servicial los niños participan del mismo espíritu.

Todo hogar cristiano debe tener reglas; y los padres deben, por sus palabras y su conducta el uno hacia el otro, dar a los hijos un ejemplo vivo y precioso de lo que desean verlos llegar a ser. 

 

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